Los restos de la historia
Situado en el casco histórico, en las cercanías de la Plaza Mayor, fue construido sobre los farallones de tal modo que facilitaba la defensa de la localidad.
Los peñascos sobre los que se asienta son conocidos como las «Cachas del Culo», por la forma que tienen. Para contemplarlos se puede acceder desde la CL-527, que rodea el municipio aunque su acceso es complicado por la pendiente que existe, los paredones que hay que salvar y la vegetación.
Residencia de una reina destronada
El último bastión Comunero
En realidad se trata de una fortaleza más que un castillo como tal y es considerado oficialmente como el último bastión de los Comuneros en Castilla y León.
En el s. XVI fue elegida por el obispo Antonio de Acuña como bastión haciéndolo fuerte al inicio de la Guerra de las Comunidades y sirviendo como fuente de soldados para el bando sublevado contra Carlos I. Tras el apresamiento del Alcalde Ronquillo, uno de los hombres destacados del bando monárquico, el obispo Acuña ordenó que fuera encerrado en sus mazmorras. Finalmente el propio obispo sería apresado en el Castillo de Fermoselle por las tropas de Carlos I y llevado a Simancas donde intentó escapar asesinando a un funcionario, por lo que fue condenado a muerte y ejecutado por el mismo Alcalde Ronquillo al que unos años antes habría mantenido preso en las mazmorras del Castillo de Fermoselle.
Tras la batalla de Villalar que suponía el fin del bando sublevado en la contienda, los rebeldes fueron perseguidos a través de la provincia de Zamora por los hombres del emperador que intentaban huir a Portugal, convirtiéndose entonces el Castillo en el último baluarte de los Comuneros antes de cruzar la frontera.
Declive y ruina del Castillo
Una vez terminada la contienda, Carlos I ordenó la destrucción del mismo, orden que no se llegó a ejecutar completamente, pero si desencadenó una serie de ataques sobre la muralla y la propia fortaleza que dejó ambas estructuras bastante maltrechas.
El tiempo y los malhechores y conflictos con Portugal como los ocurridos en la Guerra de Restauración Portuguesa durante la cual llegaría a ser tomado por los lusos en el siglo XVII harían el resto del trabajo para dejarlo en estado ruinoso.
Ya en los Siglos XVIII y XIX fue sede de una compañía de soldados, mutilados de guerra, en una supuesta e inútil guarda de frontera.
Si bien se intentaron llevar a cabo ciertas obras de restauración durante el siglo XVIII, el deplorable estado en el que se encontraba provocaron que en el siglo XIX, en el año 1822 la Diputación de Zamora diese permiso para que tanto sus restos como los de la muralla fueran aprovechados para la construcción de viviendas de la localidad, motivo por el que podemos ver hoy algunas piedras del antiguo castillo y la muralla formando parte de fachadas de algunas de las casas de la Villa.
En el presente
Lamentablemente, a día de hoy apenas quedan algunos cubos y lienzos de muralla, y también se pueden observar restos de lo que debieron ser la torre del homenaje, la plaza de armas y demás dependencias.
Las ruinas aún hoy pueden visitarse y constituyen un mirador único hacia el Duero y tierras lusitanas que ofrecen al visitante unas magníficas vistas de los Arribes del Duero, apreciadas ya siglos atrás por el dominio que ofrecía a nivel estratégico sobre tan accidentado paisaje.
Los exiguos restos del castillo tienen la protección específica con categoría de bien de interés cultural, conforme al Decreto 22 de abril de 1949 sobre Castillos Españoles (BOE de 5 de mayo).
Para llegar a él debes situarte en la Playa Mayor y tomar la calle Antonio Regojo.